ILUMINADOS POR EL CAMINO
DEL HÉROE
La obra muestra la angustia existencial de
nuestros tiempos cuando sobreviene una crisis. Frente a esta angustia (el
laberinto), en cada ser humano vive el mito del héroe como fuente inagotable de
solución creativa para los conflictos. Aparece en sueños y en las expresiones
artísticas: Cito a Joseph Campbell en El héroe de las mil caras:
“El héroe es el hombre o mujer que ha sido
capaz de combatir y triunfar sobre las limitaciones históricas personales (…).
El héroe ha muerto en cuanto hombre moderno; pero como hombre eterno ha vuelto
a nacer. Su tarea y hazaña formal ha de ser volver a nosotros transfigurado y
enseñar las lecciones que ha aprendido sobre la renovación de la vida.”
Así pues, el Hombre Perdido nos interpela y
representa el camino del héroe en tres etapas: la partida, la iniciación y el regreso.
La primera etapa de la transformación consiste
en el llamado a la aventura,
donde pareciera que el azar lleva al Hombre a la Plaza Roma. Seguidamente,
el Hombre encuentra un Viejo sentado en una mesa y le pregunta cómo salir. El
Viejo le revela la situación: “Todos
estamos perdidos (…) Venimos aquí
para perdernos”. Luego le señala la mesa y le explica que los dibujos que
forman las cerámicas arman varios laberintos. El Hombre realiza el rechazo del llamado: se niega a buscar las claves de su
propio laberinto en las cerámicas de la mesa.
El cruce del primer umbral: llega la noche y el Hombre siente
miedo. Crece el desasosiego, la angustia por no poder volver al hogar. Encuentra
una Prostituta quien le da una información muy valiosa: “A esta altura la
situación ya no la manejás vos”. El
Hombre la sigue al hotel, abandona el mundo conocido para entrar en un mundo
diferente (también llamado “mundo mágico”, “conciencia no ordinaria”, “el
inconsciente”, “las profundidades del ser”).
En la
penumbra del cuarto, el Hombre y la Prostituta entablan un diálogo que muestra la
incomprensión entre el hombre y la mujer. Ella le pregunta si habla con su esposa después de
hacer el amor, él se encuentra enojado porque ella lo lleva al centro del
conflicto familiar. Cuanto el Hombre más se enfurece, ella más se mofa
tirándole el humo del cigarrillo, juguetea siniestra y le dice que es su único
consuelo.
Ella es quien lo lleva a
las profundidades de su ser cuestionándole por qué se fue de su casa por la
mañana dando un portazo y en vez de ir al trabajo, tomó un colectivo hacia
cualquier parte. Burlona le pregunta por qué hizo eso y lo llama “cagón”. Aquí aparece un elemento mágico,
pues ella sabe muchas cosas de él, opera como diosa en ese mundo, lo inicia en La noche oscura. Cito
a Joseph Campbell:
“Tal vez algunos de nosotros tienen que
atravesar caminos oscuros y desviados antes de encontrar el río de la paz o el
camino más alto del destino del alma.”
Sucede el rompimiento:
por la mañana en el hotel, el Hombre no entiende la complacencia del Señor
Vivot, el encargado del lugar, por más que éste trate de persuadirlo para que
se quede ahí perdido. El Hombre decide salir, luchar, se forja a sí mismo como
héroe:
“El hombre camina. Camina en la mañana
soleada. Aunque no ha dormido bien, sus músculos funcionan. Sin dificultades,
elásticos, funcionan. Va entre la gente, sin rumbo, sin propósitos. Camina,
nada más bajo un sol que entibia de a poco la mañana. El hombre va. Sus pasos
finalmente desembocan frente a la plaza.
El hombre sonríe entre dientes. Historia repetida, la plaza, una vez más. No
duda en cruzar la calle, en internarse por uno de los senderos de greda. Aspira
un reconocimiento el aroma familiar de los tilos. La plaza, una vez más. Y todo
parece tan normal. Tan normal…” (Laberintos)
En la plaza, el Hombre
encuentra al Viejo y le narra un sueño que tuvo la noche anterior, es la prueba del abismo. El sueño
representa la crisis más grande donde el Hombre se enfrenta con su propia
muerte; su familia incinera el cuerpo y es el fuego el símbolo de la
transformación, finalmente el Hombre ve una luz (resurrección) y al Viejo junto
a la misma.
Bendición: el Viejo le da al Hombre la clave fundamental al
interpretar el sueño:
“A eso venimos a la plaza: a morir y
renacer de nuevo. Una segunda oportunidad, y habrá algunos que la aprovechen y
otros no. Cada cual elige.”
También le explica las razones por las cuales
ha descendido:
“En cuanto a los problemas, todas las
vidas terminan pareciéndose. Es en la solución de los problemas que las vidas
empiezan a ser distintas (…) Es curioso, cuando llegué aquí dudaba entre matar
a mi mujer, suicidarme o irme muy lejos. Ahora estoy ansioso por volver.”
La experiencia del Viejo se convierte en una
fuente de fortaleza: puede regresar porque ha descifrado su laberinto. Insiste:
“Cuando uno empieza a comprender el
laberinto se aclara”.
EL REGRESO
Al final de la obra, antes de despedirse el
Viejo le dice al Hombre:
“Tarde o temprano, usted va a tener que
elegir”.
El Hombre mira al Viejo hasta que éste
desaparece. Vuelve a la mesa con parsimonia y comienza a estudiar la superficie
de la mesa: su propio laberinto. Entiende que no llegó a la plaza por mero
azar, sino que él está implicado. Vuelto sobre sí mismo, responsable, queda al
pie del regreso.
“El laberinto se conoce meticulosamente,
sólo tenemos que seguir el camino del héroe. Y donde habíamos pensado encontrar
algo abominable, encontraremos un dios; y donde habíamos pensado matar a otro
nos mataremos a nosotros mismos; y donde habíamos pensado que salíamos
llegaremos al centro de nuestra propia existencia; y donde habíamos pensado que
estaríamos solos, estaremos con el mundo (Joseph Campbell)”.
Laura Fiori, 2013
(docente de literatura y poeta)